Carlos V
⚰ 1500-1558
Carlos V, en Alemania, o Carlos I, en España, nació en Gante el 24 de febrero de 1500 y murió en el monasterio de Yuste el 21 de septiembre de 1558. Sus padres fueron el Príncipe Felipe de Habsburgo, más conocido como Felipe el Hermoso, y Juana de Castilla, recordada como Juana la Loca.
Carlos llegó a ser uno de los emperadores más poderosos de Europa, situación que se comprende fácilmente si se considera la extensión de sus dominios. En 1506, tras la muerte de su padre, heredó los Países Bajos, Luxemburgo, Flandes, el Franco Condado, el Artois, Charolais y Borgoña.
Al fallecer su abuelo materno, Fernando el Católico, se hizo cargo de Navarra, Aragón, Sicilia, Cerdeña, Nápoles, las islas Baleares y Castilla, territorio al que se habían anexado las posesiones americanas. En 1519 murió su abuelo paterno, Maximiliano de Habsburgo, heredando Carlos los territorios de Austria, el Tirol, Carintia, Carniola y Estiria. Como si todo esto fuera poco, en 1519 fue elegido Emperador de Alemania.
La extensión de sus dominios y el poder que ello implicaba le valieron rivalidades, especialmente en Francia, donde el Rey Francisco I llegó a transformarse en su más grande enemigo. Varias guerras los enfrentaron e incluso el mismo Francisco fue hecho prisionero en la Batalla de Pavía (1526). Una vez que recuperó su libertad, el Rey de Francia volvió a la lucha y formó alianzas con Venecia, Florencia, Inglaterra e incluso con el Papa.
A Carlos V también le correspondió, como Emperador de Alemania, enfrentar el problema originado en la reforma religiosa encabezada por Martín Lutero, que derivó en guerras religiosas.
Carlos contrajo matrimonio con la princesa Isabel de Portugal en 1526.
De este matrimonio nacería su hijo mayor Felipe, quien reinaría en España como Felipe II. Agobiado por sus labores, Carlos abdicó el 25 de Octubre de 1555 y se recluyó en el monasterio de Yuste.
Primer Rey de toda España
Una de las características más importantes del reinado de Carlos V fue que, por primera vez, todos los reinos de España estuvieron regidos por un mismo Rey. En efecto, desde que se concretó el matrimonio de sus abuelos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, se esperaba que sus herederos se convirtieran en reyes de toda España.
Esta idea debió postergarse debido a la delicada situación de salud de su madre, Juana la Loca, que le impedía asumir el trono, primero en Castilla y luego en Aragón. Como a la muerte de su abuelo Fernando, quien actuaba como regente en Castilla, Carlos era menor de edad, había que esperar que cumpliera los años indicados por las leyes para que asumiera. Mientras tanto, la regencia quedó en manos del cardenal Jiménez de Cisneros.
Cuando Carlos tenía 13 años, fue llamado a ejercer el gobierno en Flandes, pero en 1517 viajó a España y al año siguiente asumió ante las cortes. Desde entonces firmó sus documentos con una fórmula en la que se nombraban, uno tras otro, sus dominios y esto fue seguido por sus herederos y sucesores hasta 1975. Entonces, el actual Rey de España, Juan Carlos I, empezó a utilizar la fórmula Rey de España.
América: un continente por conquistar
Entre 1493 y 1508, la mentalidad de los primeros colonos españoles que llegaron a América cambió. En un principio eran considerados como empleados del Estado, pero la falta de oro en las islas del Caribe y el choque cultural experimentado en su relación con los indígenas –a quienes consideraron como inferiores– despertó en ellos las ansias de ascenso social. Esto lo conseguían a través de la riqueza que podían formar aprovechando el trabajo de los indígenas de encomienda. Para concretar esta aspiración participaron en las empresas de Conquista.
Estas eran organizadas y sostenidas por sus propios partícipes, quienes debían reunir los capitales necesarios para llevarlas a cabo, y conseguir los hombres necesarios. La Corona sólo daba la correspondiente autorización por medio de una capitulación, es decir, un contrato en el que se fijaban las condiciones y premios que se otorgarían a los participantes. Este mecanismo fue el que utilizó Diego de Almagro en 1534 cuando obtuvo las licencias correspondientes para iniciar la Conquista de Chile.
Otra forma, aunque menos común, fue la de obtener la autorización de alguna autoridad en América facultada para ello, como lo hizo Pedro de Valdivia para conquistar Chile, cuando logró el permiso de Francisco Pizarro, Gobernador del Perú. Por último, existió una tercera fórmula que simplemente consistía en lanzarse a conquistar un territorio y después tratar de oficializar la situación creada, tal como lo hizo Hernán Cortés en México.
El problema de la encomienda
El trato que los conquistadores daban a los indígenas que estaban a su cargo, distaba mucho de ser bueno y esto, paulatinamente, empezó a generar un problema ético en el que Carlos V se vio involucrado. Uno de los grandes defensores de los indígenas fue Fray Bartolomé de Las Casas, de la orden dominica, quien incluso viajó a España y expuso ante el Emperador la situaciones que se presentaban en América, haciendo presente las implicancias morales e incluso religiosas que ello tenía.
Como Emperador, Carlos V debía procurar el bienestar de sus súbditos, calidad que los indígenas americanos también tenían y, por otro lado, debía velar por la evangelización de los naturales para la salvación de sus almas. Pero los constantes malos tratos a los naturales, dificultaban el cumplimiento de aquellas misiones. Presionado por Las Casas, el Rey incluso llegó a pensar en la posibilidad de ordenar la salida de los españoles de América, idea de la que pronto desistió, autorizando al fraile dominico para experimentar un nuevo método de conquista pacífica. Por distintas razones, entre ellas la codicia de los conquistadores, estos intentos fracasaron.
Las polémicas Leyes Nuevas
En 1542 el Rey decidió, a través de las llamadas Leyes Nuevas, terminar con la encomienda, pero los resultados de este intento también lo hicieron desistir. En el Perú, por ejemplo, la medida causó un profundo rechazo, que fue aprovechado por los hermanos Pizarro, quienes pretendían heredar los títulos y cargos concedidos a su hermano Francisco, muerto en 1541. El resultado de la conjunción de estas dos situaciones fue una guerra civil que se extendió hasta 1548.
Así y todo, el Rey no se cansó de reiterar, a través de distintas Reales Cédulas y en todas las capitulaciones que se firmaban, la necesidad de procurar un buen trato para con los indígenas. Lamentablemente, los conquistadores, en la mayoría de los casos, hacían caso omiso de tales recomendaciones y órdenes.
El respeto de los conquistadores
Todos los premios que los conquistadores podían recibir por su participación en las distintas empresas en América, provenían en definitiva de la Corona, la que tan fácilmente daba como quitaba. Por ello, y por el respeto casi ancestral hacia la figura del Rey, siempre demostraban una profunda reverencia ante el monarca, cayendo a veces en la adulación.
Por ejemplo, Pedro de Valdivia, en una carta enviada en 1545 a Carlos V señalaba que "tengo a muy buena dicha hayan venido a noticia de V.M. mis trabajos por indirectas, primero que las importunaciones de mis cartas, para por ellos pedir mercedes, las cuales estoy bien confiado me las hará V.M. en su tiempo, con aquella liberalidad que acostumbra pagar a sus súbditos y vasallos sus servicios". En otra de sus misivas, el Conquistador de Chile destacaba su participación en la Batalla de Pavía, donde había tenido el orgullo de divisar la figura del Emperador.
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